jueves, 4 de diciembre de 2008

bien vestida

A veces me aburre el trabajo. Cuesta estar erguida sobre estos tacones falsos. Nadie me escucha. La gente pasa y pasa. Muchos se detienen y me miran; a veces me observan con deseo, pero también advierto expresiones de frustración o rabia. La ciudad es intermitente: se enciende y se apaga, cada vez más rápido. Yo aquí estática, cumplo lo que tengo que hacer: siempre coqueta, bien vestida, sexy. Hasta que por fin, después de varios días, él se acerca. El u otro. Me levanta de la cintura. Me desnuda rápido. Me mira a los ojos. Sonríe. Murmura cosas lindas, a veces dice palabras vulgares. Me gusta igual. Me toma del cuello, acaricia mi nuca; ejecuta con sus manos grandes, un giro despacio y preciso, hasta arrancarme la cabeza de cuajo. No me duele, sabe hacerlo. Por fin descanso. Observo desde un rincón, cómo me viste otra vez. Siempre me pone ropa bonita, de telas suaves, el último grito de la moda.